PAULINO CÁRDENAS
Al inaugurar el pasado jueves la 75 Convención Bancaria en Acapulco, el presidente Felipe Calderón volvió a hablar en tono triunfalista de México, como si fuera el país de las maravillas, señalando que tiene una economía sólida, competitiva y generadora de empleos, características que, según él, están siendo reconocidas en el ámbito internacional. Dijo que “en el gobierno federal vamos a seguir trabajando por preservar este gran activo, en beneficio de los mexicanos” ya que a diferencia de crisis económicas anteriores y la que viven otras naciones, incluso desarrolladas, en nuestro país el sistema financiero es parte de la solución, no del problema.
La pregunta sería entonces: ¿por qué si él ve una nación floreciente y próspera, hay millones de mexicanos en todo el país que están tan jodidos? La respuesta es que tenemos mexicanos de primera, los jodidos y los olvidados. En el primer grupo está la élite que maneja los dineros ajenos con sus propias reglas y bajo su propio criterio de usura; los de enmedio que han quedado a expensas de las veleidades económicas y financieras de un gobierno que no ha sabido darle cauce al desarrollo, y los últimos, los que han quedado a la buena de Dios y que integra la gente pobre del campo y aquellos que viven en las zonas marginadas donde apenas tienen para comer.
Calderón destacó que el sistema bancario tiene un índice de capitalización sobre activos de cerca de 16 por ciento, nivel que duplica el estándar internacional, pero eso no le dice nada a quienes viven con el Jesús en la boca en muchas partes del país porque no tienen empleo, ni a quienes viven en la zonas marginadas siempre olvidadas y que sólo se les voltea a ver cuando su situación es verdaderamente angustiosa, como sucedió con los tarahumaras, que hasta que los medios lo dieron a conocer, el gobierno reaccionó como si ignoraran que eso sucede todos los días no solamente en Chihuahua sino en muchas otras latitudes del territorio nacional.
De poco sirve que el titular del Ejecutivo haya sido complaciente con quienes viven como reyes usurando con dinero ajeno y señalar que el sistema financiero ‘es más fuerte el día de hoy’, si la miseria que padecen millones de mexicanos es lacerante y siguen viviendo en la inopia teniendo que sufrir lo indecible para subsistir. Dijo a los banqueros que pese a todas las adversidades en el entorno internacional, el gobierno federal que encabeza llevará la economía del país a buen puerto. “Estamos dejando un saldo favorable”, dijo en repetidas ocasiones a lo largo de su discurso que duró alrededor de 45 minutos.
Calderón ocurrió a la clásica muletilla de que “es mucho lo que falta por hacer, pero también es mucho lo que se ha hecho”, al hablar de los rubros que están pendientes, entre los que mencionó los del sector energético y las tareas para impulsar una mayor liberalización del sector de telecomunicaciones. Insistió en la apertura de Petróleos Mexicanos a la iniciativa privada y en la reforma laboral, como puntos fundamentales para lograr el crecimiento económico, y consolidar los avances que según él ha tenido el país en la material en lo que va del sexenio, los cuales se reflejan, dijo, en los niveles de crecimiento, control de la inflación y mejora notoria de la competitividad.
Aseguró que la magnitud de los retos que se presentan en el futuro es histórica, pues se tiene que enfrentar un entorno sumamente incierto, mismo que ha sacudido los cimientos del sistema económico global y ha puesto ante las cuerdas a las economías más fuertes del mundo. Manifestó que con la concreción de las reformas estructurales pendientes y la solución del tema de la inseguridad, esta segunda década del siglo XXI podría ser la de mayor crecimiento económico de México en su historia. Fue cuando le lanzó culpas a los legisladores de la oposición, de tener varias reformas ‘secuestradas’ en el Congreso de la Unión, a lo que no tardó en recibir respuesta por parte de todas las fracciones parlamentarias, menos del PAN. A través del priísta César Augusto Santiago, le exigieron al Presidente más respeto.
En la reunión bancaria quedó pues de manifiesto, una vez más, la forma de decir las cosas del mandatario panista, quien en las postrimerías de su administración sigue en busca de culpables de los propios fracasos de su gobierno por sus fallidas políticas públicas, las cuales han quedado rezagadas por la prioridad que le ha dado a su fallida guerra contra los capos de la droga. Sin duda en ese tono triunfalista seguirá su discurso hasta el final de su administración, echándole culpas las veces que pueda a los legisladores de la oposición de lo que su administración no pudo hacer en cuanto a construir acuerdos en el Congreso de la Unión a lo largo del sexenio para aprobar reformas.
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