PAULINO CÁRDENAS
Hoy, después de los hechos sucedidos en la Cámara de Diputados, la relación entre el poder Legislativo y el Ejecutivo ha quedado más que maltrecha, dividida. Se da por hecho que a partir de ahora se verá, más que nunca, a un Ejecutivo con absoluta minoría al menos en la San Lázaro, cuando la bancada panista quiera empujar en el Congreso las reformas que mandó o que más adelante envíe el presidente Felipe Calderón para su análisis y aprobación al Legislativo.
Ello, a causa del pleito arrabalero que han protagonizado las dirigencias del PAN y el PRI en la Cámara baja y que ha provocado un escándalo político nacional que, además de polarizar la división entre ambos partidos, pone en entredicho la posibilidad de que pudieran avanzar las diez iniciativas para reformar el sistema político que desde el pasado 15 de diciembre fueron enviadas al Congreso por el presidente Felipe Calderón.
Las discrepancias que acabaron en culpas e insultos mutuos entre los dirigentes del partido en el poder y el principal partido opositor por el famoso documento suscrito en la clandestinidad, en el que unos dicen que hubo compromisos más allá de lo escrito y otros lo niegan, hacen asegurar que la alianza PRI-AN que todo mundo daba por hecho sería la dupla que caminaría junta en la segunda mitad del sexenio dizque para favorecer el interés general, pasó a mejor vida.
Los dirigentes del PAN, César Nava, y del PRI, Beatriz Paredes, en su afán de querer cada cual defenderse como gato boca arriba de sus mutuas increpaciones, los llevó a hacer un papelazo en plena tribuna de San Lázaro que se convitió durante dos días en un circo, retándose, insutándose e incluso prometiendo someterse, como si fueran presuntos delincuentes, a la prueba del polígrafo para ver quién miente, cuando todos los mexicanos saben que ambos son un par de embusteros.
Incluso el engallamiento del dirigente panista motivó que dijera en el Congreso que el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, “miente”, al afirmar que ese acuerdo firmado en la clandestinidad no incluía pacto alguno sobre el apoyo priísta a la propuesta presidencial sobre el paquete fiscal 2010.
Tildar de mentiroso a Gómez Mont podría encender los ánimos del funcionario quien, como su jefe, es de ‘mecha corta’, ya que aquella frase que empleó cuando le hizo llegar su renuncia al PAN a ‘Don César’, de que no daba las razones de la misma ‘por discreción profesional’, para muchos es una salvedad que encierra otro peliagudo misterio.
¿Qué pasaría si de veras, como sospechan algunos, el secretario de Gobernación pudiera decidirse a romper el secreto y sacar a la luz pública otro compromiso que pudiera haberse formalizado con otros protagonistas de la oposición? ¿Qué tal si en verdad existe otro compromiso hasta ahora guardado en secreto –quizá no en términos escritos sino hablados y muy probablemente hasta grabados–, y en el cual habría quedado empeñada la palabra de su jefe el Presidente, lo que, obviamente, de salir a la luz público, sería otro escandalazo?
¿Por ello Gómez Mont prefirió, ‘por discreción profesional’, guardar la verdad, al menos por ahora? Decirle Nava mentiroso al secretario de Gobernación, más todo lo que se ha suscitado alrededor de ese vergonzoso capítulo de la vida política de México –capítulo que para Beatriz Paredes ya se cerró–, es un repudiable evento que ha dejado muy mal parado al presidente Felipe Calderón, de cara a la nación.
Por culpa de sus dos operadores que resultaron peor que el agua y el aceite, al Presidente le resultó fallido el experimento de querer hacer transitar en secreto a su partido en dos pistas, en una con el PRI y en otra con el PRD, lo cual por torpezas, celos y envidias internas, acabó en escándalo. Con ello, la división de la otrora dupla PRI-AN, se reflejará muy pronto en el Congreso.
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