PAULINO CÁRDENAS
La ola de aumentos en tarifas e impuestos en productos y servicios que presta el gobierno federal empieza a verse como un tsunami que acabará arrasando hasta ahogar la de por sí deteriorada economía familiar, desde la víspera del 2010. El panorama económico y de desempleo generalizado se estima que estará mucho peor que en el 2009. El deterioro del poder adquisitivo, para empezar, empeorará y se vendrá por los suelos.
A esto habrá que agregarle los índices de inseguridad y violencia a consecuencia de la guerra que sostiene el gobierno panista contra el narcotráfico, y la reacción que obviamente tendrán los carteles de la droga y del crimen organizado en todo el país, lo cual completará el cuadro de incertudimbre de un país que ha vivido en el filo de la navaja desde que empezó el sexenio.
¿Qué presupuesto alcanzará para lograr los mínimos indispensables de vida digna para millones de familias que viven en la pobreza o en la pobreza extrema, es decir, en la miseria? El deterioro del poder adquisitivo que se avecina para millones de familias en todo el país, y para muchos otros que aún no la han padecido, colocará al gobierno panista contra la pared.
Nadie entiende cuál fue la intención de Felipe Calderón para haber autorizado dos incrementos seguidos al precio de la gasolina en tan sólo una semana, cuando a través del Acuerdo Nacional a favor de la Economía Nacional y el Empleo suscrita el 7 de enero de 2099, el mandatario panista había dicho que el congelamiento del precio de la gasolina se iría hasta finales del año que está por concluir.
Algunos empiezan a creer que detrás de esa avalancha de aumentos pudiera existir la maquiavélica idea de reventar la paciencia de la sociedad y acabar de craquelar las pobres relaciones partidistas que han venido a menos por parte del PAN con las demás fuerzas políticas, desde que el partido en el poder sufrió su peor derrota de su historia el pasado 5 de julio y de la cual todavía no se repone.
¿Para qué esa irracional afrenta contra la sociedad? ¿Qué pretende el gobierno que encabeza Felipe Calderón al autorizar dos aumentos al precio de la gasolina de un hilo, a sabiendas que eso detonará alzas en los precios al consumidor por ser los aumentos al combustible los más inflacionarios? ¿Más todo lo que viene en materia de aumentos? Nadie lo sabe. Parecería que el gobierno está dispuesto a romper de una vez por todas con todos los sectores de la sociedad.
Además de padecer inseguridad, violencia, militarismo en las calles, matanzas, secuestros y extorsiones a diario, todo en medio de la incapacidad e impotencia por parte de las autoridades por tanta impunidad que prevalece, además de falta de oportunidades, desempleo y carestía, la sociedad observa con temor cómo le caerá encima el peor tsunami de aumentos que haya sufrido en décadas.
En esa avalancha de aumentos no participará solamente el gobierno federal, sino que será secundada por los gobiernos estatales, municipales y por supuesto el gobierno del Distrito Federal. La clase gobernante le quiere sacar a la gente lo que no tiene. ¿Aguantarán sumisos los mexicanos todo eso? Esta vez quién sabe.
En las regiones más apartadas del país, donde además de padecer el olvido de las autoridades, sus habitantes –niños, adultos, mujeres y ancianos– siguen sufriendo abusos y vejaciones contra sus derechos humanos más elementales, sobre todo en las comunidades indígenas, podrían empezarse a alebrestar los ánimos en serio y pudiera, más temprano que tarde, escucharse un ¡ya basta¡ generalizado.
Eso sin contar que el crimen organizado pudiera ya haber hecho migas –como sucedió en Colombia–, con algunos de los grupos rebeldes que por ahí andan todavía en varias regiones de selvas y montañas de México, lo que aumentaría lo cruento de la lucha que sostiene el gobierno contra los capos de la droga, en 2010. El caldo de cultivo está pues acercándose al punto de hervor. ¿Esa es la pretensión?
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