PAULINO CÁRDENAS
Mientras los reflectores estuvieron los últimos tres meses puestos en las campañas de los aspirantes presidenciales, la criminalidad se acentuó en el país. En tanto la atención informativa estuvo en el proceso electoral, en el día del sufragio y en las discusiones posteriores que sin duda seguirán, varios medios de influencia internacional, respecto del combate al crimen organizado, han empezado a hablar de que en México hay una guerra ‘de baja intensidad’. La estela de violencia y sangre se ha extendido de manera alarmante. La cifra de víctimas mortales por la llamada guerra de Calderón, debe andar por los 80 mil o más. Con el recuento y relatoría de hechos sangrientos en ese lapso se podría hacer un libro del tamaño de un grueso directorio telefónico.
Mientras los medios andaban atentos a lo que decían los candidatos, en varias entidades del país se registraron toda una serie de hechos sangrientos: ejecuciones, decapitados, colgados, enfrentamientos, torturas, cadáveres mutilados, descuartizados y aventados en la vía pública, fusilamientos, mandos policiacos ultimados e incluso varios periodistas y hasta una alcaldesa ejecutados, así como el estallido de granadas y de coches-bomba en instalaciones policiales y ministeriales, provocando terror y miedo entre la población. Toda una página negra escrita en tan solo tres meses, dentro de la larga historia de violencia y muerte que ha habido en el gobierno calderonista.
¿A qué le llaman una guerra ‘de baja intensidad’? Unaa definición de carácter bélico señala que son estrategias militares de un gobierno, para combatir revoluciones, movimientos de liberación o cualquier conflicto que amenace los intereses de una nación, que en este caso sería México con la guerra de Calderón contra el narcotráfico, cuyas bandas podrían estar ligadas a grupos subversivos como a alguna guerrilla o a alguna de las células islámicas de Al Qaeda. Obvio que de esto nada se dirá por ningún motivo a los mexicanos si así fuese. Pero es algo que subyace en el ánimo de algunas instancias de alta jerarquía y tomas de decisión.
Es el caso de a secretaria de Seguridad Interior norteamericana, Janet Napolitano, quien no ha quitado el dedo del renglón en ese sentido. Y no es para menos, ya que la venganza que han jurado los integrantes del movimiento que fundó Osama Bin Laden a la muerte de éste, tiene en permanente alerta a Washington y sobre todo al Pentágono, en virtud de que no descartan que los cárteles mexicanos ya tengan vínculos con grupos extremistas islámicos como Al Qaeda. La señora Napolitano sospecha del más temido de los cárteles que operan en México, en el que entre sus mandos, dicen, se ha escuchado afirmar: ‘Venceremos porque somos los más fuertes’.
Pero la verdadera preocupación que tienen en la Casa Blanca es que Calderón no ha podido, ni con el apoyo de las Fuerzas Armadas, someter al narco, a causa de lo que es obvio: la corrupción e impunidad que prevalecen entre diversos mandos del Ejército y la Armada, ya no se diga de las Policías federal, estatales y municipals, que han hecho imposible acabar con ese flagelo o al menos ver disminuídas sus actividades en nuestro territorio. Es una preocupación mayúscula por la vecindad entre ambas naciones, ya que la inteligencia norteamericana sabe además que en la clase política hay ‘padrinos’ que protegen a los capos y a muchos de sus operadores.
A eso hay que agregarle casos como el de ‘Rápido y Furioso’ de trasiego ilegal de armas que han quedado en manos de la criminalidad organizada que opera en México, hecho que por lo pronto ha puesto en jaque al fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, y al propio mandatario de aquel país, Barack Obama, por las acusaciones de su propio Congreso y en donde el gobierno de México ha estado muy calladito a sabiendas que ese tráfico illegal de armas se ha venido realizando por nuestras fronteras.
Esa guerra ha colocado al Ejército y la Armada en un predicamento, ya que por órdenes de su jefe supremo sus tropas han sido obligadas a entarle a esa guerra. Su prestigio ya quedó maltrecho por las derrotas que no han merecido o las victorias que no han conseguido, ante los grupos contrarios que sirven a las bandas criminales con mejor armamento y muchas veces con mejores tácticas. La causa ha sido la evidente falta de coordinación entre las Fuerzas Armada, las Policías federal y locales y, peor aún, por la ineficiencia e ineficacia de la inteligencia anticrimen que ha sido un fracaso en esa lucha.
A Calderón le queda muy poco tiempo para tratar de hacer lo que no pudo en cinco años y medio de gestión combativa contra la mafias. Ese grave problema se lo heredará a Enrique Peña Nieto, quien tendrá que establecer, como ya lo dijo, una nueva estrategia de combate al crimen organizado. Ojalá al ganador de la contienda electoral no se le ocurra vestirse con traje verdeolivo como su antecesor, y en lugar de ocuparse de la guerra, él sí actúe con una verdadera visión de jefe de Estado, ocupándose de los problemas que se abaten sobre el país y sobre todos los mexicanos.
@Paulinocomenta