PAULINO CÁRDENAS
Tras el nuevo y vergonzante episodio en la vida política de México, prácticamente en todos los sectores de la sociedad existe la convicción de que al menos los dirigentes del PAN, César Nava, del PRI, Beatriz Paredes, y el titular de Gobernación, Fernando Gómez Mont, deberían presentar su renuncia, junto con la del dirigente perredista Jesús Ortega, antes de que se descompongan más las cosas en vísperas de las campañas políticas que se avecinan.
También se señala que el presidente Felipe Calderón debería explicar de cara a la nación su doble propósito de haber querido negociar por una parte con el PRI y por otra con el PRD, uno, para lograr la aprobación del paquete fiscal que había propuesto al Congreso y dos, para evitar que la aplanadora del PRI vuelva a hacer cisco las aspiraciones electorales panistas en los comicios de este año, en un experimiento que al final le resultó fallido.
Por todo ello, el sentir de la gente en todo el país ha hecho recordar aquella propuesta del empresario Alejandro Martí, padre del menor secuestrado y asesinado, Fernando Martí, quien en agosto de 2008 exigió en Palacio Nacional a los funcionarios encargados del cumplimiento de la seguridad: «si no pueden, renuncien».
Después del campal embarradero que acabó haciéndose público, quedó de manifiesto lo que insistentemente se había negado, al aceptarse que sí hubo trueque entre el PAN y el PRI, de cambiar el apoyo de este partido al blanquiazul para incrementar los impuestos a los mexicanos, porque no hubiera alianzas en el Estado de México para las elecciones de gobernador del año venidero, con lo que el PRI quería asegurar el triunfo en esa entidad, en vísperas del año de elecciones presidenciales.
En ese arreglo suscribieron un documento Nava y Paredes, y como ‘testigos de honor’ los secretarios del gobierno federal, Fernando Gómez Mont, y del estado de México, Luis Enrique Miranda Nava, un acuerdo que evidenció la pretensión de un claro blindaje a Enrique Peña Nieto, por parte de PAN.
Por presiones externas más que por convencimiento propio, Gómez Mont decidió el pasado viernes dar una conferencia de prensa en la que se creyó que anunciaría su renuncia como titular de Gobernación, pero no fue así. En ella no dijo nada nuevo y sólo aprovechó para mostrar una vez más su hosco carácter con los periodistas. Por lo demás, el funcionario continuó siendo omiso. ¿Para qué fue la conferencia? Nadie supo.
Según el responsable de la política interior de México, él no tiene por qué informarle de todo lo que hace a su jefe el Presidente, menos si se trata de negociaciones en lo oscurito con legisladores y gobernadores priístas, excepto si truena el cuete, como tronó. Insistió que ignoraba que Nava cumplía otra encomienda presidencial con la dirigencia perredista para hacer alianzas con miras a los comicios de este año. No explicó por qué cuando se enteró, prefirió separarse de su partido, pero no del cargo en Gobernación.
Para muchos, las mentiras de la dirigencia del PAN y del PRI, y las omisiones del titular de Gobernación, ameritan hacer válida aquella propuesta de Martí de “si no pueden, renuncien”. Mejor aún si a esa dimisión se sumara el sumiso dirigente del PRD, Jesús Ortega, quien escogió el camino fácil de cobijarse bajo la sombra del panismo con miras a los próximos comicios, después de que ese partido venía tildando a Felipe Calderón de ‘Presidente espurio’ desde 2006.
Lo del secretario de Gobernación, junto con la encomienda presidencial a Nava para hacer alianzas con los perredistas, fue un experimento con doble propósito del huésped de Los Pinos, que al final le resultó fallido. Todo mundo cree que al mandatario panista le saldrá más caro el caldo que las albóndigas. Se asegura que esto se reflejará primero en el Congreso, y más adelante en las urnas.
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